XI

El sujeto no es sólo un estado, también es una estación de transmisión, un vector de transmisión y infección. La pregunta previsible de la naturaleza de la transmisión recibe la siguiente respuesta: transmite la SECUENCIA al infinito, la secuencia consenso como secuencia de reconocimiento; inocula el virus emocional de la tristeza y el desánimo en todas las fases de su desarrollo, incluida la aparente curación o los estallidos de fractura social e individual. Cada una de las secuencias políticas, de las formas históricas de generar tristeza y soguzgamiento, suponen una derrota, escenifican una rendición. La tarea urgente de todos los tiempos es librarse del programa, borrar la secuencia, anular el código de activación y desactivación, el encriptado que encierra las vidas, que convierte la vida en un encierro. No se trata de un objetivo a alcanzar, sino de un vacío de estado o un estado vacío connatural a una forma de vida no secuencial, liberada de secuencias estatales y de estados secuenciales. Existencia en cuanto tal, singular, concreta, sin progreso ni sucesos remarcables, inasumible e imperceptible para la historia y el relato histórico. Fuera del CICLO, del círculo de los hechos relevantes, no existe nada; pero la rotura del ciclo y del círculo político no busca existir según el reconocimiento, no es un proyecto ni tiene una finalidad, existe sin reconocimiento, es un éxtasis continuo, que emite una pulsación en lugar de un mensaje o un estado emocional colectivo, y que no guarda nada, no está en guardia, siempre a distancia de la cadena de estasis, de detenciones y bloqueos de flujos, embalses llenos de grietas, sometidos a reparaciones continuas ante el temor de desbordamiento.