XV

El orden en cualquiera de sus formas, para que los elementos de localización sirvan a efectos de elementos de control, necesita sus cuotas programadas de desorden, inestabilidad e inseguridad junto a estados emocionales de miedo, angustia y temor. Si no fuera por esta incertidumbre, por este peligro potencial, amenaza que se cierne por el horizonte, NADIE aceptaría estar sujeto, convertirse en un sujeto de derechos y deberes, y adoptar, en consecuencia, la forma de un estado de estados. Más bien CUALQUIERA seguiría con una forma de vida no-estatal ni estatificante, libre de practicar o sufrir detenciones, ajeno a la parálisis de los sentidos y del pensamiento. Un flujo que ya no sería de guarda ni guardián, con reservas y compromisos, sino un flujo de dispersión, incalificable, llamado VIDA y que capitalizarían un sinfín de cabezas cualquiera, flujo de capitales inconsumibles, privados de memoria, que no guardan NADA ni guardan a NADIE. El término y el fin dejarían de tener sentido, no habría término a confiscar, retener ni detener, un flujo libre de cargas y de peso muerto, sin propiedades adhesivas, líquido elemento, transparente a si mismo y a los otros, que haría lo que querría y querría lo que haría aunque se tratara de lo impensable y lo inmaginable. ES LA PURA REALIDAD. No es una carga, una barrera para sí mismo, porque no (se) guarda nada; no es un obstáculo o una amenaza para los otros, porque no (se) guarda ni vigila a nadie. PERO LA POLÍTICA ES EL FIN.

XIV

La política es el arte de proponer fines imposibles, de imposible cumplimiento o fines sin fin. El coeficiente de viscosidad es un ingrediente esencial del flujo guardián que ralentiza e imposibilita la realización del proyecto en su conjunto, apenas concretado en una u otra obra testimonial, en elementos aislados, que entran a formar parte de las estadísticas y que, incluso así, son fallidos en esencia y remodelables en un futuro más o menos próximo. Sin necesidad de elecubrar demasiado, es factible observar en este carácter pegajoso, entorpecedor, de encenegamiento y enpantanamiento, de promoción de la familiaridad y la proximidad inducida, un rasgo de reminiscencias edípicas, viscoso y adhesivo. Porque el arte de la política también es el arte de hacer la vida imposible, de eliminar las distancias, de crear problemas sin solución, de dificultar lo que en el fondo es fácil y complicar lo que no tiene complicación; arte de la basura y del deshecho porque es un hacer que se deshace nada más realizarse, posible sin ninguna posibilidad, que recicla sus desperdicios y que vive de la basura que genera y de rebuscar en su propia basura. Toda posibilidad aparece como remota, inalcanzable y todos los sueños se desploman antes de alzar el vuelo, pesados y pegados a una tierra alquitranada, negra, llena de plumas adheridas. Ícaro nunca debería haber volado.

XIII

Un sujeto político, y no hay otro, es aquel que no está seguro y busca (la) seguridad a toda costa con medios tales que imposibilitan conseguirla. Está atrapado entre la inseguridad variable y los planes periódicos para conseguir su erradicación. El secreto a voces de esta imposibilidad es la cláusula del plan que aborta los logros en una dirección nada más conseguirlos y que abre, de inmediato, nuevos frentes problemáticos que reclaman atención y soluciones a corto, medio o largo plazo. De este modo, con la cartas marcadas, el sujeto siempre se equivoca y pierde, está perdido, haga lo que haga, porque desconoce las reglas que gobiernan el juego. Sin temor a equivocarse, elige siempre el medio más inadecuado posible, el peor de hecho, para lograr sus fines. No tiene en cuenta, ni valora en su justa medida, que la aparente solidez de las instituciones, la firmeza a la hora de tomar una decisión, al ejecutar un plan, oculta una fase líquida, plástica, una indecisión a todos los niveles, una DUDA material objetiva, que acosa al sujeto y lo constituye como tal.

XII

El flujo guardián es un flujo en estado crítico, tiene la crisis como naturaleza propia, en toda su gama de alzas y caídas, bajo aceleraciones positivas o negativas. Hacer política es una forma de trastorno, de desarreglo psíquico y físico sistematizado, un despliegue sucesivo de series de equilibrios y desequilibrios concomitantes; la imposición de un orden ligado a la instigación de un desorden opaco, sordo, pero eficaz. El resultado es el ciclo y la secuencia, que pasa de un sujeto a otro a la velocidad apropiada según su grado de conductividad y resistencia. La unidad personal, en estas condiciones, sólo existe desequilibrada, inestable, en un proceso continuo de estabilización y desestabilización, de descomposición y recomposición. El elemento de guarda que da solidez, consistencia a la persona, física o jurídica, implica una célula de desestabilización, un dispositivo oculto y contrario a los fines que la conciencia se propone a sí misma, desde el interior, y que se proponen, desde diversas instancias e instituciones, desde el exterior. El fin es ilusorio, es una forma de distracción, de entretenimiento que ocupa la vida entera, sin jamás poder alcanzarse, porque su propio diseño interno, su estructura, contiene un mecanismo de invalidación, de cortocircuito, un dispositivo de autodestrucción o de detención que hace imposible la consecución del objetivo, llegar al final que estaba previsto. La política en su práctica diaria es la previsión fallida, que se prevé errónea desde el principio; la promesa de imposible cumplimiento desde que se formula, no por la evolución de los hechos o el cambio de coyuntura sino por su sustancia y definición intrínseca. El desequilibrio, la quiebra, es connatural e inherente al poder; el estado de estados siempre es un estado fallido, en bancarrota, que se derrumba y se recupera, se hunde y se alza, como un barco en medio de la tempestad.