XXVI

Tener el poder es una mala costumbre, de funestas consecuencias, todavía más es una mala expresión, se equivoca gravemente en el enunciado del problema. La relación de poder, en cuanto tal, amalgama de orden y dominancia, escenario de los hechos y distribución de roles, no es un objeto ni un sujeto, no puede ser propiedad ni puede tener propietario. Entre todas las cosas no es ninguna de ellas. Del mismo modo, la ausencia de un único origen que lo caracteriza, su ubicuidad, su carácter fantasmal, da fe de su íntimo vínculo con el lenguaje, que actúa sin ser, sin tener ser, parásito incorporal sin un foco de infección original, ausencia de causa asignable. No habría relación de poder sin una relación de significado correlativa; SE habla del mismo modo que el poder SE ejerce, es un influjo, una recomendación, una apelación que acaba calando hondo, determinando la vida de los objetos y los sujetos. De hecho es algo tan sencillo como seguir un MÉTODO, basta con ser metódico, meticuloso, es el discurso del método y el método del discurso, inseparables y siempre eficaces. La esencia de la política real es la acción a distancia, no tendría ninguna eficacia ni permanencia en el tiempo si estuviera ligada al contacto y desapareciera una vez que desaparece el acto que tiene un efecto inmediato, el impulso que comunica energía al móvil. Acción que no hace nada, ni nadie hace en realidad, pero que determina las acciones de los otros, influencia determinante que rodea al sujeto-control, al sujeto de ensayo, y lo acompaña de por vida como una película transparente, inodora y adhesiva, film protector, protección a través del espacio y el tiempo. No importa lo lejos que se vaya el sujeto, el tiempo que pase; no puede librarse del poder porque no es nada diferente, no es nada tangible, es él mismo en cuanto portador de un SE habla, un SE decide imposible de disolver. Hablará y obedecerá; cada vez que obedezca seguirá órdenes que nunca ha dado ni aceptado, desde el nacimiento hasta la muerte. Es como la gravedad que atrae a todos los cuerpos, que gravita sobre nuestras vidas, pesa sobre ellas, sin hacerse nunca visible. La relación de poder, la perversión de LA relación que es el poder, actúa cuando crea un Otro omnipresente, amenazador, es la creación de un ambiente, una atmósfera de crecimiento contaminada desde el principio. La creación exige un método, una técnica, un procedimiento para producir este influjo, para crear (la) tendencia general. Si la vida es sueño, las relaciones de poder son sueños artificiales, inducidos, dobles sueños, en los que SE obedece y SE dice no importa qué. Una HIPNOSIS que afecta por igual al hipnotizador y al hipnotizado; mientras uno cree que manda, el otro cree que obedece. El reparto de los papeles es al azar. Y así sigue el juego. También en los animales. En los pollos, el hipnotismo reduce la frecuencia cardíaca y respiratoria; el resultado es un ave en calma, tranquila, hasta el punto de que esta pierde, en apariencia, la capacidad de moverse. Aunque el pollo hipnotizado no ha sufrido ningún daño, una vez suelto no se mueve durante varios segundos y a veces incluso tarda un minuto antes de moverse. El efecto en el hombre dura toda la vida; una vez que el método hace mella en su espíritu y su cuerpo, ya no se mueve nunca más, queda inmóvil, paralizado, por mucho que se mueva. Es un movimiento inducido, trucado, un efecto especial. NO es Él quien está al mando; no hay nadie al mando. Es una deriva dirigida, control a distancia compartido. Todo movimiento subsiguiente es fruto de una inmovilidad primera, de una INMOVILIZACIÓN, de un flujo guardián dedicado al confinamiento, a la detención de los flujos, que marca el futuro a cada instante, construye el reloj de la vida cotidiana. El método siempre es el mismo. También en los animales. En un primer momento se trata de inmovilizar al pollo-control, mediante el volteo, o tumbándolo en el suelo; es esencial sujetarlo con firmeza durante unos 30 segundos antes de dejarlo ir. Es poco tiempo, pero el efecto dura mucho más allá. La segunda fase es más determinante porque marca los límites, señala la amplitud de las acciones, el perímetro, el espacio vital de un individuo. La consigna repetida es Hasta aquí, no más. Todo lo que eres y puedes ser. Y el individuo contempla fascinado, hipnotizado, sus propios límites, la LÍNEA roja, o blanca, que no puede cruzar, que ES, el capullo pegajoso que envuelve su existencia. En poco tiempo se aprende la lección. Los pormenores del método son conocidos. Es necesario apoyar al pollo en un costado, con las patas estiradas hacia atrás y la cabeza en el suelo, apuntar con un palo o con un dedo justo delante de su pico y trazar de forma repetida y rápida una línea de de 10 cm en el suelo, desde justo debajo del pico y en paralelo a él. El pollo cae en estado de trance, hipnotizado por la fuerza perversa de la repetición y la costumbre, la línea repetida una y otra vez, frente a él, el horizonte de SU vida creado por Otro, contempla su propia vida, la esencia traicionada de su existir. Será así. No siempre hace falta tumbarlo. Con el pollo de pie, se traza repetidas veces con el dedo una línea en el suelo desde justo debajo del pico hasta unos 15 cm por delante del ave. Es igual de efectivo. Los únicos requisitos fundamentales son la inmovilidad y la línea. Las relaciones de poder son simples, la eficacia personalizada, siempre y cuando se sigan escrupulosamente estas pautas. El efecto es para siempre, es la condena de la simplicidad. El hipnotizado sólo se despierta más allá de la línea, en otra parte, en cualquier parte, fuera del escenario, lo cual quiere decir más allá del lenguaje, sin palabras, libre de influjos, incapaz de tomar una decisión. Suspendido en el espacio y el tiempo. No tiene (la) palabra, ni la toma; no tiene (el) poder, ni lo transmite. La inmunidad es la ausencia de estado más allá del método, más allá del discurso. NO MIRAR LA LÍNEA es la única posibilidad de los que no tienen posibilidades, la salida del laberinto: desviar la mirada, cerrar los ojos o borrar la pizarra. La única regla es romper la regla, la medida, el patrón de todas las líneas. Antes de que sea demasiado tarde.